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Nacido de una mazorca, en lo alto del cerro de La Ceiba.

viernes, 26 de marzo de 2010

Crónicas Pecerríles

Hace ya cosa de un mes empezaron a llegar los PCRs (como nos llaman a los participantes del Programa de Conocimiento de la Realidad) a la sede de ESF en El Salvador. Los primeros en llegar fueron un tal Álvaro, un geólogo riojano descendiente de moradores de la ilustrísima villa de Ventrosa de la Sierra, y Sebas, un agrónomo de Alfarràs más de campo que las amapolas. El Hombre Tranquilo. Más adelante dos ingenieros más, industrial e informático, David y Gerard, Zipi y Zape, procedentes de Barna capital. El último en llegar fue un aparejador mallorquín de la sede de Baleares, el quinto elemento, menudo elemento. El Niño Maíz.

Así como llegaban se les fue asignando a las diferentes contrapartes y tareas de ESF. Álvaro partió a trabajar con ADES el departamento de Cabañas (donde hay un gran conflicto con una empresa extractora de minerales, oro en este caso). El Hombre Tranquilo fue destinado a la capital de La Paz, Zacatecoluca, a colaborar con Madre Cría, la más reciente contraparte de ESF por estos lares. Los otros tres ingenieros sin fronteras y sinvergüenzas, están en Zaragoza, departamento de La Libertad, colaborando con ACUA.
Pese a lo variopinto de sus destinos la labor de todos es común: apoyar en el levantamiento de datos para El Plan Director, un estudio sobre el estado del agua y sus cuencas hidrográficas en cada zona. Bueno, El Niño Maíz, cuando funciona la batería de la estación total, también está con algún topográfico por ahí por Cuyanigua, lugar cercano a algún punto de caliente de la tierra, por no decir del infierno, seguro.
La planificación de cada contraparte para los levantamientos es diferente pero el día a día de todos es similar. Por la mañana prontito van hacia el campo, al caserío de turno, a entrevistarse con la comunidad, si es el levantamiento social, o a recorrer todos sus alrededores para localizar y describir sus fuentes, si es el técnico. En ocasiones, cuando el tiempo lo permite, se hacen los dos levantamientos, uno a la mañana y otro a la tarde. Esos días si duermen a gusto los PCRs.
Así, por regla general, a no ser que alguno de ellos vaya a visitar las sede de la contraparte donde trabaja alguno de los otros, es el viernes cuando se reencuentran en San Salvador y comentan la semana. Platican, siempre tranquilos, y hacen alguna salida a conocer el país, su historia, su gente, su gastronomía, su cerveza y naturaleza. En algunas de estas ocasiones, como andan un poco perdidos los zagales, papá y mamá, Quique y Cristina, responsables de diferentes áreas aquí en ESF, los sacan de paseo. Hace un par de semanas (un par mallorquín) los sacaron a dar una vuelta por el centro, con El Hombre Tranquilo en el maletero, pues éramos 7, sin decir ni mu, explicándoles capítulos de la historia del país en los lugares donde sucedieron.
Se empezó en el Parque Cuscatlán, donde un mural hace un recorrido por el siglo XX, pura represión, pura sangre. Desde la matanza de indios de principios de siglo (de los pocos que habían dejado los españoles) hasta los acuerdos de paz de 1992 que terminaron con la guerra civil de 12 años. Seguido, en un mural, se pueden leer los nombres y apellidos de cerca de 30.000 civiles cuya muerte o desaparición durante la guerra ha sido documentada. Se calcula que son solo la mitad del total. Es el Monumento a La Memoria y La Verdad, que solo ha sido posible cuando ha entrado en el gobierno el FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional).

Pero como toda la historia es mucha, como muchos han sido los exterminios masivos, os contaré hoy un pedacito del cuento de pocas o ninguna hada, desde una masacre a otra. De la del 32 a la del 80.
Desde 1876, ya siendo República de El Salvador, Rafael Zaldívar, jefe de estado, elimina las tierras comunales otorgándole la propiedad de la tierra a unos pocos terratenientes que pasaron a dominar el país con sus monocultivos de café, principal y casi única actividad económica durante mucho, mucho tiempo. Esto produjo un gran malestar en los sectores más pobres de la sociedad entre ellos los indígenas. En 1932, ya creado el Partido Comunista de El Salvador (PCS en 1930) se formó una revuelta indígena apoyada por este. Esta insurrección fue aplastada antes de que se produjera. Se asesinó a entre 20.000 y 30.000 personas, la gran mayoría indígenas, ahorcando a los principales líderes de la misma y fusilaron a Farabundo Martí, todo obra del militar Maximiliano Hernández Martínez, el que mandaba por entonces. Un fenómeno el Maxi.
Durante los siguientes años se fueron sucediendo gobiernos militares que reprimían cualquier protesta del pueblo por reclamar sus derechos fundamentales (comer, charlar, vivir como tus abuelos quechuas o pilpiles si te apetece…). Solo durante la década de los 50 se sucedieron un par de gobiernos liberales que duraron lo mismo que la bonanza económica del país producida por los altos precios del café. Luego, fraudes electorales, prohibición del PCS y más represión que se recrudeció aún más en los 70. En este chiquito país se perseguía también al monstruo comeniños del comunismo, como en el resto del mundo, en eso que se llama La Guerra Fría, siempre con el apoyo de los EEUU, omnipresente en asuntos de poder en Centroamérica, como en tantos otros lugares.
A finales de los 70, el entonces obispo de San Salvador, Monseñor Óscar Romero, se decantó por el bando del pueblo, de defender sus derechos básicos, siguiendo el evangelio de Jesús y no el de la Santa Iglesia de El Vaticano, dentro de lo que se llama la Teología de la Liberación, la que ha sido llamada como la corriente revolucionaria del cristianismo. Monseñor, “San Romero de América”, fue visto como un enemigo por el gobierno militar de turno por apoyar el mismo ideario que los grupos revolucionarios que se creaban en la época para derrocarlo. Estaba cantado que lo iban a pelar. Ya el mismo Monseñor lo sabía por aquel entonces. En sus homilías se podían escuchar frases que se han hecho míticas como “Si muero, resucitaré en el pueblo”.
Y murió.
Asesinado a sangre fría en el altar durante una misa en la capilla de La Divina Providencia en una operación militar dirigida por Roberto d’Aubuisson que justo después del magnicidio fundaría el partido ultraconservador ARENA, partido que ha gobernado el país los últimos 18 años. Vaya tela.
Y resucitó en el pueblo. Dándole fuerzas para unirse contra el opresor.
Oscar Anaulfo Romero fue asesinado el día 24 de Marzo de 1980. Ahora se cumple el 30 aniversario de su muerte. Este sábado, los PCRs y sus papis, fuimos a su vigilia en la plaza frente a la catedral de San Salvador donde está enterrado el padre. Un acto en el que obispos de varios puntos del mundo, sobre todo de América latina, se reúnen para hacer una misa en su honor, pero no una misa cualquiera. Durante la misa se leyeron cartas de diferentes defensores de la Teología de la Liberación reclamando lo mismo que reclaman los sectores más liberales de la sociedad mundial, igualdad de género, protección del medio ambiente, reparto de la riqueza… Y a esto le siguieron unos cuantos conciertos de músicos del folklore latinoamericano, rollo canción protesta, muy buenos. Espectacular lo auténtico del sonido del teclado mal tocado de Los Norteñitos. Sin palabras. En fin, hasta el amanecer con Monseñor Romero.

Solo como curiosidad. Justo cuando los curas de América latina se unieron alrededor de la Teología de la Liberación, como por casualidad, desde EEUU empezaron a llegar misiones de la iglesia evangélica a convertir a todo el mundo con sus misas musicales. Si es que os parece casualidad.
El asesinato de Romero junto con la masacre del Río Sumpul en la que murieron más de 600 civiles a manos de los ejércitos de Honduras y El Salvador que los rodeaban mientras huían cruzando el río, fueron la gota que colmó el vaso de la represión sangrienta sufrida durante tantos años por el pueblo salvadoreño. La gota que colmó la paciencia y dio fuerzas a todos los grupos revolucionarios del momento. Los cinco principales se unieron bajo el nombre del FMLN, en honor a ese comunista ahorcado a principios de siglo, la guerrilla que batalló por 12 años hasta conseguir la victoria del pueblo.
Durante el multitudinario funeral de Óscar Romero en una abarrotada plaza de la catedral donde acudieron líderes religiosos de toda América latina y líderes de las facciones revolucionarias del país, miembros de la guardia nacional apostados en las azoteas de los edificios que envuelven la plaza comenzaron a disparar contra el público presente en uno de los actos más crueles y despreciables que se conocen. Que se conocen y que se pueden ver en youtube.


El terror, los gritos, los disparos, se apoderaron de la plaza y de su gente formando montoneras de personas huyendo despavoridas, heridos, cadáveres.
En esa plaza terminó el recorrido. Esa plaza frente a la catedral que tanto dolor y miedo acogió, recibiendo odio y exterminio desde los antepechos de las fachadas de los edificios colindantes. Sobrecoge. Conmueve, de verdad. Si uno se queda calladito, ahí, aún en medio del bullicio diurno del mercado, se siente el miedo del pueblo. Se sienten los llantos todavía.
Romero vive, la lucha sigue.
Y ahorita me voy para Guatemala, ya os contaré.

domingo, 14 de marzo de 2010

Sansívar

Se cumplen dos semanas de la llegada y ya estoy inmerso en el país y en el trabajo.

El Salvador es un país tranquilo, con unos precios altísimos para el poder adquisitivo de la gente, con muchas armas, con una historia que hiela la sangre, con muchos referentes gringos. En San Salvador hay mogollón de comercios de comida rápida, los que tenemos allá y algunos más como “El Pollo Campero”, me encanta el nombre. Pero es que además, en los comedores normales y corrientes donde vamos a casi a diario la gente llana todo está montado a lo yanqui: bandejita y self service, chicas con cofia y delantal que te sirven la comida y un mobiliario y decoración muy macdonalescos. Esto aunque el restaurante se llame “El comedor de Lilly” y esté perdido de la mano de Dios. Por poner algún otro ejemplo, el país sufrió hace unos años la dolarización, por lo que ya no existen los Colonos la moneda propia, ni ninguna manera de regular los mercados internos. A San Salvador lo llaman Sansívar y a la moneda de 25 centavos, cora. Ambas expresiones vienen de la pronunciación en gringo de “Saint Savior” y “quarter” por cuarto de dólar. Flipa.

El trabajo es genial. La contraparte con la que estoy se llama ACUA y el curro trata de hacer un “plan director” del estado del abastecimiento de agua en una determinada área. Este año tocan los municipios de Teotepeque y Jicalapa y con ellos ya se tendrá la totalidad del departamento de La Libertad. Lo que hacemos es concertar una reunión con todas y cada una de las comunidades que están desperdigadas por la montaña y se les pregunta cantidad de cosas para poder hacerse una idea de la socioeconomía del lugar. Luego se visita el sistema de agua en caso de existir (bien poquitos casos) y además se visitan todas las fuentes, pozos o manantiales en las inmediaciones que pudieran servir para abastecer a la comunidad. Un pateo.

Escuchar a gente que tiene la experiencia vital que tiene esta gente es fascinante. Imagínate que para tener agua en casa (para beber, para lavarte a ti, a tus dientes, para cocinar), tienes que ir al manantial, a 15 minutos de camino de montaña, cargar el cántaro de 40 o 50 litros y volver cargado otros 15 minutos. Así una media de dos cantaros por persona con la que convivas hoy día. Imagina además que cuando llegas a la fuente, como es la única, hay medio pueblo esperando para llenar sus recipientes con ese chorro diminuto, así que te toca esperar. Siendo 5 en casa y ayudándote tu hermana pequeña, tardarías un mínimo de tres horas. Ahora te bañas, te vistes y te vas a clase, o al trabajo, a ver que tal te sienta. ¡Ah! Y si te toca ir al instituto igual tienes una hora y media de camino a pata. Tremenda fuerza. Yo en su lugar no tendría el graduado escolar y seguramente me hubiera muerto ya de sed o de alguna enfermedad por no bañarme lo suficiente. ¿Y tú? Y eso que sin tener en cuenta el tipo de alimentación, las condiciones familiares o el resto de la rutina diaria, que telita.

Las dos próximas semanas iré a vivir a una de esas comunidades para hacer un topográfico de la zona, ya os contaré.

A todo esto ya me han pasado algunas calamidades típicas de mi inconsciencia crónica combinada con la idiosincrasia del lugar. La primera semana me puse a jugar a fútbol con los chavales en el patio de su escuela. Descalzo para no romperme las chanclas. Si, muy listo. A mediodía el hormigón de la cancha estaba calentito, tanto así que me salieron una pequeñas ampollas en ambos pies. La semana siguiente, de dormir en un sitio precioso, amanecí con tres garrapatas en mi body. Estoy aprendiendo un montón de primeros auxilios y remedios tradicionales. ¡Ah! También me he pasado algunos días con un dolor de cabeza que casi no me dejaba ni caminar, fruto de la insolación imagino. Lo típico.

A parte de eso, no os penséis que todo son calamidades. Esto es genial. Además de que los fines de semana uno se va a bañar al Pacífico, a bailar ritmos latinos o reague a baretos de la capital o visitar templos mayas, pueblos coloniales o volcanes. Pero eso ya os lo contaré otro día.