El Niño Maíz ha vuelto. A escribir, ¡y a Cochabamba!
Tras tres vuelos y tres bocadillos llevados de casa, que ya me conozco las escasas gentilezas de Aero Sur para con sus pasajeros, llegué a Cochabamba. Y aquí estoy, habiendo pasado del final del verano al final de invierno, de un hemisferio a otro, en apenas 20 horas. Ya con la garganta y los mocos resecos, en el valle de la llajta rodeado de enormes montañas a 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar.
El viaje fue corto, los enlaces ajustadísimos. El transatlántico lo pasé todo leyendo parte de “Pasaje a la India” (regalo de cumpleaños materno) y dos veces “La Saga de Atlas y Axis”, el último y esperadísimo cómic de un fenómeno llamado Pau. Cerca de 15 años de espera para ver publicadas las historias de estos personajes están mereciendo la pena ¡y mucho!
Pero no fue todo tan fácil. Obviamente, algo tenía que pasar. Y la verdad que no me hizo mucha gracia. Aeropuerto internacional de Viru VIru, Santa Cruz de la Sierra, control de pasaportes. Una interminable cola entre el siguiente enlace y yo. Calma, “al final todo saldrá bien” como solía decir Vicente (Ferrer). Calores, sudores, tedio. Llega mi turno y… ¡oh, sorpresa! El funcionario de turno me dice que no puedo estar en Bolivia los 3 meses que pretendo, que son 90 días por año y yo ya llevo gastados un montón de principio del presente año. Que en 48 horas me presente en inmigración o estaré de ilegal. Vaya, parece que fueron en vano las palabras de hasta 3 funcionarios diferentes de la embajada boliviana en Madrid que me habían dicho, convencidos, que no tendría ningún problema en obtener 90 días más con una nueva entrada en el país. Me cachis, ya fui inmigrante ilegal en Marruecos y no era mi intención serlo ahora en Bolivia.
Lo cierto es que, al contrario de lo que suele pasarme en estas situaciones, que ya empiezan a ser demasiado habituales por otra parte, los nervios se apoderaron de mi. Pasé todo el vuelo a Cochabamba reconcomiéndome y martirizándome por lo imprudente que había sido de no llevar esa respuesta de la embajada boliviana por escrito. Que las palabras, sobre todo si son por teléfono, se las lleva el viento. Además de que podía dejar colgado todo el trabajo que vengo a hacer aquí, ¿Qué iba a pasar conmigo? ¿Me extraditarían a España? Lo dudo por su coste. ¿Me dejarían en cualquiera de las 5 fronteras de Bolivia? Me gusta ver mundo, ¡pero es que yo venía a Bolivia! ¿Me harían pagar una estratosférica multa al salir? Eso si antes no me identificaba la policía en los meses sucesivos y me llevaba al calabozo por ilegal. Mmmm, que experiencia, un calabozo boliviano, donde no hay ni servicio de catering. Excitante, aunque quizás demasiado para mi gusto. Se me hacían lejanas, yo diría que por primera vez en mi vida, esas palabras de Vicente, el “todo saldrá bien”, la Providencia y todas sus historias. La verdad es que tampoco era la peor situación en la que me haya encontrado en mi vida pero no me la estaba tomando demasiado bien. Seguro influyó mi melancólico estado de ánimo después un par de despedidas muy, muy emotivas.
Al llegar a Cochabamba, reencuentros, abrazos, un silpancho enorme para cenar y al día siguiente a inmigración. Me desperté a las 6 de la mañana, con eso del cambio horario, y vi paseando por la ciudad que era festivo. Bueno, en realidad víspera de festivo, que el 14 de Septiembre es el aniversario de la ciudad. Todas las calles llenas de bandas de música y desfiles.
En inmigración no había cola, trompetas y tambores, a la ventanilla número 4, trombones y timbales.
-“Señor, no sé qué hacer, en la embajada me dijeron que… por favor…”. Sollozo, cara de pena, de pobre gringuito.
-“Es la hora de las salteñas, ¿Quién quiere? ¡Voy por ellas!” Recolecta de pesos, marcha militar.
-“¡Uy, estos canvas (oriundos de Santa Cruz) no se enteran de nada! Yo quiero dos, aquí tienes” Fanfarrias, bombos y cajas.
-“¿Entonces señor?” Humildad, educación, simpatía (sin pasarse), redoble de tambores y…
-“Toma, haz una fotocopia de tu pasaporte y te sello por 90 días. ¡Si, las dos de pollo y bien picantes!”
Cara de incredulidad, pues se estaba equivocando aunque a mi favor, la fotocopia más rápida del mundo, pum chin pum chin pum, sello al canto, alegría contenida y al salir de inmigración, sonrisa de oreja a oreja y allá que me fui yo a por mis salteñas, una a la salud de “en Jaume Pintat”, ya en situación legal ¡qué alivio!
Así que, una vez más, habrá que darle la razón a ese sabio del siglo XX que fue Vicente Ferrer, Father para algunos, Vicente para otros, un gran tipo para todos. La Providencia proveyó y “todo salió bien”. No sé si estarás en tu cielo, el paraíso o dividido en partículas esparcidas por el universo, pero siempre estarás en mi memoria.
Un saludo ahí donde estés Vicente.